Burt Shavitz, cofundador Burt’s Bees que abandonó los lujos de Nueva York por el campo, demostró que se puede construir una empresa con lo que se ama.
¿Cómo imaginas que debe verse un empresario millonario? Seguramente nunca pensaste que como un hippie barbón que vive en una cabaña calentando sus pies en una estufita de leña. Sin embargo, así era Burt Shavitz, un hombre que amaba la naturaleza, a sus tres perros labradores y a las abejas, y que a su vez fundó una de las marcas de belleza más consumida de los Estados Unidos, Burt’s Bees.
Shavitz pudo tenerlo todo en cuanto a riquezas naturales, pero se conformó con un pedazo de tierra en las montañas donde pudiera vivir tranquilo en medio de la naturaleza. En algún momento fue dueño de un tercio de las acciones de una compañía que fue comprada por Clorox por casi mil millones de dólares. Sin embargo, Roxanne Quimby, su ex y cofundadora de la empresa, decidió comprar 100,000 acres en Maine para poder retirarse tranquilamente.
La historia del origen de Burt’s Bees es increíble y Shavitz, un hombre de espíritu libre, fue su impresionante cofundador. El emprendedor era un apicultor aficionado que solía viajar por los caminos de Maine vendiendo botellitas de la miel que sus abejas producían. Solía vender en el verano antes del comienzo de la temporada de caza (y antes del invierno), para evitar que se solidificara el producto. No era rico, pero vendía lo suficiente para no tener deudas.
Irónicamente, el emprendedor había nacido en la ciudad de Nueva York, pero su vida en los tumultuosos años 60 hizo que cada vez se desencantara más y más de la vida urbana. Luego de trabajar como fotógrafo unos años y capturar la miseria de la ciudad, decidió comprar una pickup e irse a vivir al bosque.
No tenía dinero, pero cultivar abejas le permitió sobrevivir y eventualmente tener un negocio relativamente próspero. Lo más chistoso es que ni siquiera compró las abejas, encontró un enjambre mientras manejaba. Un amigo de Nueva York ya le había enseñado cómo cultivarlas y cuidarlas, por lo que tomó el encuentro como una buena señal y comenzó un negocio.
El destino Burt Shavitz y sus abejas
Los encuentros predestinados de Shavitz no terminaron ahí. Un día de 1984 se topó con una linda hippie llamada Rozanne que pedía aventón en la carretera. La joven producía lociones y bálsamos naturistas, por lo que Shavitz decidió donarle 200 libras de cera de abeja que tenía en su casa. Juntos produjeron cera para muebles, velas, lociones y un curioso bálsamo para labios que se vendió como pan caliente.
Roxanne y Burt se dedicaron a vender sus productos en tiendas locales y ferias de la región. Para el año 200 su “pequeña” compañía ya vendía 23 millones de dólares al año.
Roxanne se hizo cargo de la parte corporativa, mientras que Burt se conformó con ser solo la imagen de los productos. De hecho, la compañía se llama Burt’s Bees porque ese era el nombre que Shavitz había tallado en las colmenas para evitar que se las robaran.
La vida de negocio no era para el extraño hippie barbón y en 1999 vendió su parte de la compañía en US$130,000 para hacer lo que él quería, vivir en tranquilidad. Roxanne y Shavitz eventualmente dejaron de ser pareja (otra de las razones por las que se alejó del negocio) y su relación jamás se recuperó. Para el momento en que Clorox comprón la empresa, si Shavitz hubiera mantenido la proporción de sus acciones, habría recibido US$59 millones. La empresa le dio una compensación de US$4 millones por ser el fundador.
No le fue mal. Clorox le pagaba una suma no descrita cada año para ser la imagen de la marca. Shavitz solía viajar por todo el mundo dando a conocer los bálsamos, pero su pasatiempo favorito era descansar en su jardín viendo a los zorros jugar.
Shavitz jamás abandonó Maine y su relación con Quimby nunca se recuperó, pero él solía decir que tenía todo lo que podría querer. “Tengo un buen pedazo de tierra con halcones y búhos, así como puestas de sol asombrosas y el cariño de mis vecinos”.
La marca tiene menos de 10 años en México y puede ser encontrada en tiendas de Walmart.