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Alí tiene 12 años con diabetes; estuvo a punto de perder una pierna y hoy, gracias a un tratamiento experimental ha recuperado movilidad y ahorrado varios miles de peso

Alí Adalí Prado tiene 35 años de edad y desde los 23 vive con diabetes, un padecimiento que ha logrado sobrellevar por casi 12 años de su vida; sin embargo, en marzo pasado se complicó su salud debido a que le salieron ampollas en su pie derecho, mismas que se trató pero sin darse cuenta que había salido una más en la planta de su pie.

Para Semana Santa, Alí viajó a Taxco con su familia (de donde son originarios); sin embargo, no fueron unas vacaciones muy felices, pues comenzó a presentar dolor al caminar. Su temor a los hospitales es tal que no le informó a su madre, hasta que a finales de junio comenzó a sentir más dolor, que creció al regresar a Querétaro y ya no lo pudo ignorar, aunque él lo achacaba a las várices.

“Me habían dicho cómo hacer los lavados y yo vi que se cerró y así anduve, pero me estaba doliendo el pie y me pregunté por qué me dolía si ya había cerrado (el ámpula), pero me fijé y tenía otra, luego me operaron de las várices y ahí fue cuando se desató todo esto”, relata.

Fue hasta finales de junio cuando comenzó a sentir molestias por problemas de várices, lo que lo lleva al hospital y, una vez ahí, los médicos le dicen que lo tienen que intervenir por las venas varicosas; sin embargo, descubren tejido necrótico (piel muerta) debido a las ámpulas que tuvo meses antes, lo que hizo que los médicos advirtieran una posible amputación.

Para Alí, la respuesta fue rápida: sí, ampútenla, una respuesta que llegó desde ese temor a los hospitales; sin embargo, para su madre, la señora Graciela, ésta no era una decisión tan sencilla ni algo para tomarse a la ligera, así que se opuso.

“Me dice la doctora: no te lo vas a llevar, ya tu niño se va a quedar porque me da mucha pena decírtelo, pero hay que amputarle la pierna y no, yo sabía que podía pasar eso, pero al mismo tiempo me resistía, le dije: no, doctora, pero si yo nada más lo traje a revisión y nada más un lavado, pero ella me dijo: ya lo chequé con angiólogo, traumatólogo y la opción es tener un hijo incompleto o un hijo muerto completo y yo dije: no, yo quiero a mi hijo vivo y completo”, relató Graciela Valladares, madre de Alí.

La madre del joven se comunicó con el director del hospital tratando de buscar otra opción para su hijo, aunque la respuesta fue la misma; sin embargo, Alí y su madre no contaban con que la carga de trabajo del hospital general, que demandaba el quirófano y retrasaba la amputación, iba a darle el tiempo perfecto para que la herida de Alí mejorara y le diera una esperanza.

“Me habla el doctor y me pregunta: ¿de verdad tu hijo no toma, fuma, ni drogas?; yo le dije que no y me dice: por laboratorios y por las radiografías, yo tengo que amputar, pero si tú me dices que no tiene vicios no civos, voy a tratar de hacer lo posible por no cortarlo, pero hay que esperar, porque los dedos sí tenían un poco de infección”.

Alí se quedó en urgencias por varios días más y luego de 12 días internado, salió del hospital, aún con el temor de que el pie siguiera empeorando, así que doña Graciela recordó que la doctora Alicia Barajas (su compañera de trabajo), es especialista en el tratamiento de ese tipo de heridas, así que acudió a ella para ayudar a su hijo.

“Ahora llegamos con Alicia y comienza a reforzar lo que se había hecho en el hospital en cuestión de lavados y llegamos a cierto momento en que me dice que ya estaba para injertos y había que ver si iba a ser injerto de él, de cadáver o de qué, pero de él, como bajó mucho de peso, se le tenía que tomar de la espalda y tenía que estar boca abajo, pero por la pierna no se podía porque iba a ser incómodo, entonces ella me sugiere que sea piel de tilapia”, narró.

Fue así como comenzaron con un procedimiento que, aunque en Brasil está aprobado para el tratamiento de heridas por quemadura, en México es experimental y no cuenta con autorización sanitaria; sin embargo, casos como el de Alí permiten a los investigadores obtener pruebas de que este tipo de métodos funcionan y son más accesibles para los pacientes.

La doctora Alicia Barajas, docente de la UAQ, comenzó a injertar la piel de tilapia en una herida que representaba un reto mayúsculo, pues estaba muy grande y si se trataba con injertos comerciales, les hubiera costado cerca de 90 mil pesos, pero con 80% de su pierna injertada y recuperada, Alí ha gastado 2 mil 700 pesos en piel de tilapia.

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