Hoy hace una semana, mi esposo y yo experimentamos lo inimaginable: el nacimiento de nuestro primogénito, nuestro bebé Azaiah, que todavía nació. Nos duele el corazón mientras luchamos con la profunda tristeza de decir adiós a una vida que estuvo llena de tanta esperanza y amor.

Nuestro viaje a la paternidad estuvo marcado por tres largos y complicados años de lucha para concebir. En el momento en que recibimos esa tan esperada prueba positiva de embarazo en abril, nuestra alegría no conoció límites. Fue un milagro, y estábamos eufóricos ante la perspectiva de convertirnos en padres.

Desde el comienzo mismo del embarazo, tuve náuseas y vómitos extremos, que persistieron hasta el día que di a luz. A pesar de la incomodidad implacable, me mantuve decidida, diciéndome a mí misma que cada momento de dificultad valdría la pena una vez que tuviéramos a nuestro precioso bebé en nuestros brazos. Sin embargo, el destino tenía otros planes para nosotros, y nuestros sueños se hicieron añicos cuando experimenté una ruptura prematura de membranas a las 20 semanas y 1 día.

Mientras escuchábamos a nuestro hijo, Azaiah, en nuestros brazos, nos encontramos buscando respuestas a por qué ocurrió esta tragedia. Estaba en perfecto estado de salud, al igual que yo, lo que hacía aún más inexplicable su repentino fallecimiento. Es un rayo que desafía la comprensión, uno que las palabras no pueden expresar por completo. Cuidar a un niño es una experiencia extraordinaria y desgarradora, y deja un vacío indescriptible en nuestras vidas.

Mientras miraban los ojos inocentes de su bebé, vieron un futuro lleno de posibilidades y sueños. Sus corazones se llenaron de orgullo al saber que ahora se les había confiado la responsabilidad de nutrir y guiar esta preciosa vida a través de cada paso del viaje por delante.

El deseo de ser padres se ha ganado profundamente en mi corazón desde que puedo recordar. Siempre quise ser madre y, en cierto sentido, lo soy, incluso si mi hijo ya no está con nosotros. Pero la ira de Azaiah es abrumadora, y el temor de hacer tal angustia hace que la idea de futuros embarazos sea aterradora.

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