Lo que comenzó como un vuelo rutinario a casa se convirtió en un encuentro que cambió mi vida. Subí al avión esperando un viaje tranquilo, pero me encontré sentado junto a un niño nervioso, solo, aferrado a una tarjeta de seguridad. Cuando el avión despegó, me pasó una nota arrugada junto con un billete de diez dólares. La nota decía: “Mi hijo, que tiene autismo, está sentado a tu lado. Por favor, sé amable y paciente.”
Conmovido por la confianza de la madre, le envié un mensaje de texto asegurándole que su hijo estaba bien. Ella respondió: “Muchas gracias, Derek. Ha tenido unos días difíciles, pero sé que estará bien contigo allí.” Entablé conversación con el niño, Elliot, le compré un refrigerio, e incluso nos tomamos una selfie. Poco a poco, comenzó a abrirse, compartiendo su emoción por ver a su mamá.
Al aterrizar, caminé con Elliot para encontrarnos con su madre, Diane, quien estaba visiblemente aliviada al verlo. Me agradeció emocionada, y empezamos a conversar. No pasó mucho tiempo antes de que la invitara a tomar un café.
Dos años después, Diane y yo estamos casados, y Elliot es mi hijastro. A Diane le encanta contar cómo “una nota arrugada y un billete de diez dólares llevaron a lo mejor que nos ha pasado.”